Todas queremos ser amadas incondicionalmente, que por encima de cualquier error, fracaso o triste suceso se nos siga amando. Necesitamos amor y deseamos que el amor sea incondicional, como el que nosotras mismas decimos tener.
Pero, ¿es posible realmente el amor incondicional o es un valor abstracto e inalcanzable? ¿Alguien ama sin condición alguna? ¿Sin esperar nada a cambio, ni siquiera algo de amor?
Recientemente la Asociación Estadounidense de Hospitales Veterinarios realizó una encuesta en base a la hipótesis de “¿A quién llevaría de compañía si tendría que vivir en una isla desierta?, los datos fueron altamente reveladores, dado que un 80% de personas declararon que su acompañante perfecto sería su mascota por el amor incondicional que le retribuyen.
Me quedé pensando un largo rato sobre lo que había leído, mientras veía a mi perro “Tango”, acostado en el sillón de la sala lamerse las patas delanteras. Susurré su nombre con un tono meloso y volteó con urgencia hacia mí.
El porqué de las respuestas ciertamente estaba relacionado con la necesidad que los seres humanos arrastramos desde que nuestros padres dejan de ser dioses y la incondicionalidad del amor se acaba.Cierto es sin embargo, que toda regla, tiene su excepción, hemos visto por noticias, experiencias cercanas o propias que esa “incondicionalidad del vínculo paternal (incluyo en la palabra madres y padres) es otra creencia absoluta que deberíamos comenzar a rediseñar. Sin embargo, para seguir en la línea de mi pensamiento, “la incondicionalidad” es otra veta tramposa que la sociedad le ha impuesto al amor.
Nos gusta gritar a viva voz que somos capaces de “cualquier cosa” por ese otro, que “amamos” en sin condiciones, y que por sobre todas las cosas, el verdadero amor es incondicional, como diría Luis Miguel: “Tú, la misma de ayer, la incondicional, la que no espera nada”.
“Incondicional”
Una pregunta a realizarse es: ¿en la vida real este gran adjetivo es factible de actuar (ejercerse) o sólo es una linda máscara que nos hace “quedar bien hacia afuera y sentirnos buenos hacia dentro”?
Para poder responder a estas interrogantes, comencé por donde un sabio amante de las palabras comenzaría: el diccionario de la Real Academia Española. Mi desconfianza se coronó de sorpresa al revelarme que “incondicional”es un adjetivo que significa “ABSOLUTO, sin restricción ni requisito”.
Comencé a analizar el término desde su concepto a la aplicación coloquial concedida por los usos y costumbres. Siser incondicional es no tener límite alguno, ni exigencia ¿por qué pretendemos en las relaciones que él otro me comprenda o me acepte tal cual soy?¿Acaso esa no es una condición? Si el auténtico amor es el que no está condicionado ¿Por qué nos ofendemos cuando el otro actúa de forma diferente? Si ser INCONDICIONAL es no esperar nada a cambio, como la amiga de Luis Miguel, ¿Por qué nos sentimos amenazados cuando nuestra pareja decide destinos distintos a nosotros? Acaso nuestras relaciones ¿no están supeditadas a circunstancias?
Nuestro perro es el mejor amigo que tenemos siempre y cuando no orine o no se coma los muebles de la casa, porque cuando lo hace, lejos de “generar aceptación,” creamos ESTRÉS, pues el animalito no se comportó “cómo debía”. ¿Será tal vez, que anhelamos un vínculo incondicional del otro hacia nosotros, pero sujeto a restricciones de acá para allá?¿Seguiremos atados a la fantasía infantil de la seguridad emocional profesada por nuestros progenitores?
Sea cuál sea el motor que nos lleva a esa búsqueda inexistente, me pregunto con infame ingenuidad ¿qué tiene de malo que el amor adulto sea condicional? ¿Acaso no nos hace más responsable de las relaciones que creamos?
Si somos conscientes de que el vínculo que estamos estableciendo tiene fronteras, fondos, demarcaciones; que vive porque ambos insuflamos oxígeno, nutrientes; que es la respuesta a la dedicación TUYA + MÍA (y no una secuela azarosa del destino), habremos aprendido que debemos “cuidarlo”, “observarlo”, “mimarlo”, “alimentarlo”, “protegerlo de las flaquezas, de la rutina, de las tentaciones”.
Qué depende de NOSOTROS (tú+yo+ más nuestros miedos) para que siga VIVO.
Entenderemos que el AMOR por sí sólo no es suficiente (o que lo es en un plano abstracto) que siempre necesita de NOSOTROS para fluir y no desvanecerse en el intento de SER.
Chuchi González
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1 comentario:
Muy interesante el punto de vista planteado en el articulo me gusto mucho ..
Saludos
blog: consejos de amor
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